Con sus más de 12 metros de altura, Puppy no es un perro cualquiera. Está hecho de acero inoxidable recubierto con un sistema de irrigación y miles de flores vivas —petunias, begonias, alegrías y pensamientos, entre otras— que cambian de color según la estación. Un jardín vertical con forma de West Highland White Terrier, diseñado para emocionar, sorprender… y hacer sonreír.


Koons, conocido por mezclar el arte popular y el kitsch con la sofisticación museística, pensó Puppy como una escultura que combinara el sentimentalismo y la monumentalidad. El perro, símbolo de lealtad y afecto, se transforma aquí en una fantasía floral que habla de la inocencia, la belleza y la cultura pop.

Instalado en la explanada del museo desde 1997, Puppy es más que una obra de arte: es una mascota urbana, un selfie obligado y un embajador de la ciudad. Porque en Bilbao, el arte también se pasea entre flores.